El arduo recorrido de un banco de inversión tras los ataques del 11 de Septiembre


Stephanie Sinclair/VII for The Wall Street Journal
Una pintura con los nombres de los 67 empleados que perdieron la vida en el World Trade Center.
"No quiero que la gente olvide el día, puesto que perdí a mi hijo", dice John Duffy. "Pero no todos lo recuerdan".
Diez años después del 11 de septiembre de 2001, el banco de inversión Keefe, Bruyette & Woods Inc. se ha labrado un nicho en Wall Street especializado en bancos y servicios financieros. Bajo la batuta de Duffy, su presidente ejecutivo, la compañía ha crecido a pesar de la crisis financiera. El año pasado, la matriz KBW Inc. registró ingresos de US$425 millones, casi el triple de su máximo número anterior a 2001. Ha añadido alrededor de 260 empleados en Nueva York y otros 440 en todo el mundo.
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Pero el camino no ha sido fácil. Los recuerdos dolorosos perduran y hay momentos incómodos. Los operadores y analistas más nuevos evitan referirse al 11 de septiembre, preocupados de suscitar malos recuerdos.
"Es delicado", reconoce Linda Orlando, ex empleada de J.P. Morgan Chase & Co. que fue contratada en septiembre de 2002 para dirigir el departamento de tecnología de KBW. "Al ser alguien que llegó después del 11 de septiembre, uno no tiene esa relación con la gente que estaba ahí", afirma. Orlando le pregunta a los empleados potenciales si comprenden "la mentalidad" que se necesita para trabajar allí. Tienen que ser sensibles, por ejemplo, a fotos u otros recuerdos sobre los escritorios de los empleados cuando reparen una computadora.
Incluso en 2011, KBW sigue siendo definida por los atentados del 11 de septiembre. Ese día, la firma ocupaba los pisos 88 y 89 de la torre sur del World Trade Center. Duffy, entonces copresidente ejecutivo, conducía desde su casa en el suburbio de Westchester cuando oyó en la radio que un avión se estrelló contra el World Trade Center.
Poco más de una hora después, ambas torres se habían derrumbado. Duffy se dio cuenta que muchos de sus colegas probablemente habían muerto.
Decenas de empleados de KBW escaparon después de que el primer avión se estrelló contra la torre norte, pero muchos se habían quedado en sus escritorios para prepararse para el día de negociación después de que funcionarios del edificio les dijeron que no se movieran.
Más de un tercio de los 171 empleados de la firma en Nueva York murieron. Entre ellos estaban el presidente de KBW y copresidente ejecutivo junto con Duffy, Joseph Berry. También perdieron la vida prestigiosos analistas bancarios como Thomas Theurkauf, David Berry y Dean Eberling.
También falleció el hijo de Duffy, Christopher, de 23 años, quien había empezado dos meses antes como operador adjunto. "Es la peor cosa que le puede ocurrir a un padre", dice Duffy.
Stephanie Sinclair/VII for The Wall Street Journal
La mesa de negociaciones de la firma, donde abundan las referencias a los ataques terroristas.
La firma se dedicó a sobrevivir. Duffy pasó dos semanas en casa, de duelo con su esposa y sus otros cuatro hijos. Dos lugartenientes que no estaban en la oficina esa mañana —Andrew Senchak, quien lideraba la filial de banca de inversión, y Thomas Michaud, el principal vendedor en la mesa de negociación de acciones— mantuvieron la firma unida. Empleados enlutados regresaron al espacio temporal que KBW consiguió en las oficinas de BNP Paribas SA y en la firma de abogados del banco de inversión en el centro de Manhattan, Wachtell, Lipton, Rosen & Katz.
Las oficinas de KBW habían desaparecido, junto con buena parte de sus registros y de sus empleados clave, desde el presidente hasta los analistas estrella y la mayoría de sus corredores. "Existía la firme posibilidad de que la firma cerrara sus puertas", dijo el cofundador Gene Bruyette, quien se retiró en 1991 pero aún asiste a los servicios anuales conmemorativos del 11 de septiembre.
Después de volver a trabajar el 23 de septiembre, Duffy convocó a los principales empleados y accionistas de la firma en un restaurante de Stamford, Connecticut, un conveniente punto intermedio entre los ejecutivos de la firma en Nueva York y su oficina de Hartford. El principal asunto en la agenda era si seguirían como compañía independiente.
Antes de los ataques terroristas, la firma, fundada en 1962 con ocho trabajadores y US$50.000 en capital, había considerado una fusión con el banco francés BNP. Duffy sentía que concentrarse en un sector—los servicios financieros— y tener pocos negocios fuera de EE.UU. comenzaban a parecer desventajas potenciales para una firma pequeña como KBW. La reciente anulación de las leyes bancarias de la era de la Depresión había atizado la competencia por parte de bancos comerciales, que podían usar sus mayores recursos financieros para sacar del negocio a firmas pequeñas como KBW.
La firma había sido sacudida cuando los planes de vender acciones en una salida a bolsa fueron archivados tras el bajón del mercado y la renuncia del presidente ejecutivo James McDermott en un escándalo vinculado al uso de información privilegiada. McDermott pasó cinco meses en la cárcel por filtrar a una actriz canadiense de películas pornográficas un dato acerca de una potencial fusión.
A comienzos de septiembre de 2001, los ejecutivos de KBW creían que estaban a semanas de sellar un acuerdo. Los potenciales compradores habían alcanzado un acuerdo preliminar sobre el precio y preparaban contratos laborales para Duffy y empleados clave. El 10 de septiembre, un ejecutivo había pasado el día en las oficinas recién remodeladas de KBW en el World Trade Center.
Ahora todo se sentía distinto. Duffy dijo al grupo que la oferta de BNP seguía sobre la mesa, a un precio reducido. Luego preguntó si la reconstrucción de KBW sería más fácil con una nueva compañía matriz o sin ella."Queremos hacer esto nosotros solos", respondió Michaud. "Es la mejor manera de recordar a quienes fallecieron".
Se decidió tratar de reconstruir KBW y convertirla en una versión más grande de lo que era. Pusieron manos a la obra. "Ninguno de nosotros quería que el 11 de septiembre fuera el último día en la historia de la firma", dijo Duffy. "No queríamos que ganaran los malos".
Los ejecutivos, acostumbrados a contratar a unas pocas personas al año, entrevistaron a decenas de candidatos al día. Agolpados en oficinas temporales, Duffy y su equipo eligieron a sus nuevos colegas en una sala de conferencias improvisada que también alojaba computadoras. A los cuatro meses, la firma había incorporado a 64 personas.
Una preocupación inicial fue encontrar una nueva sede. Al igual que otras firmas que perdieron empleados en el World Trade Center, KBW no quería estar cerca del sitio.
A finales de 2001, se trasladó al cuarto piso de un edificio en el centro de Manhattan, irónicamente el mismo que alojaba a BNP.
Semanas después del cambio, la firma colgó un enorme cuadro de una bandera estadounidense pintada por la esposa de uno de sus empleados sobrevivientes. Las 67 víctimas de KBW en el World Trade Center están mencionadas en tipografía roja y blanca para formar las 13 franjas de la bandera.
Cuando la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) visitó KBW con motivo de la preparación del juicio a Khalid Sheikh Mohammed, cerebro del atentado del 11 de Septiembre, un empleado dijo que no podría responder a las preguntas de los investigadores acerca de su edificio y de lo que los sobrevivientes vieron ese día. "Fue muy doloroso", recuerda Will DeRiso, vendedor de KBW quien habló a los investigadores sobre su escape del piso 89.
Cinco años después de los atentados, en medio de un auge de los mercados, la empresa realizó una salida a bolsa por la que recaudó US$160 millones. "Somos los que recibimos el ataque, pero también los que sobrevivimos", expresa Senchak, actual vicepresidente de la junta ejecutiva y director de Keefe, Bruyette & Woods.
Sin embargo, los desafíos persisten. El inestable mercado de las acciones financieras, desencadenado por el colapso de 2008, amenaza a la industria en la que KBW se especializa. La empresa despidió alrededor de 7% de su personal en 2009 y evalúa un nuevo recorte que podría ser anunciado en octubre.
"Nos defendemos como podemos, pero el pastel se ha achicado y las cosas se han complicado", sostiene Duffy, ahora de 62 años. Los despidos son difíciles para la empresa. "Somos más sensibles a la cuestión y entendemos el impacto de perder al sostén de una familia", agrega.
Los lazos con los viejos tiempos se mantienen. Casi tres cuartas partes de los 104 sobrevivientes siguen en la empresa, demasiado en una industria donde la gente suele abandonar el barco para aumentar sus ingresos. KBW también mantiene un fondo que creó para ayudar a las familias de las víctimas. La empresa sigue pagando los planes de salud de los hijos y cónyuges de las cerca de dos docenas de víctimas, y planea continuar con ese apoyo por al menos dos años.
Muchos de los empleados antiguos reconocen que el recuerdo de sus colegas es parte de su cotidianidad. Ciff Gallant, que fue contratado en 2000 para cubrir el sector de seguros, confiesa que a menudo piensa cómo el analista bancario Dean Eberling le enseño a dejar en claro sus puntos de a la hora de lidiar con los agresivos operadores de KBW. "Es mejor que suenes enojado", recuerda que le dijo Eberling. "Y hay que hacerles sentir que si te desafían, los va a dejar mal parados".
En tanto, Frederick Cannon, incorporado en 2003 a KBW y recientemente ascendido a director de investigación, señala que todavía puede imaginar al analista Thomas Theurkauf "con una sonrisa en su cara y una pregunta difícil". Una lección que él transmite a los nuevos analistas es que Theurkauf no tenía vergüenza de dar malas noticias, informando directamente a las empresas cuando había decidido rebajar sus recomendaciones.
Algunos recién llegados aportaron sus propios vínculos. En 2009, Kristen Ryan, cuyo padre, John J. Ryan era operador de KBW, comenzó a trabajar entre algunos de los mismos compañeros de su padre antes de que muriera el 11 de septiembre. "Estar en KBW era para una parte de mí, tratar de saber más acerca de lo que él había hecho para ganarse la vida", cuenta Ryan.
Algunos de los ex clientes de John Ryan ahora tratan con su hermano menor, Patrick Ryan, quien se incorporó a KBW en agosto de 2008. "Cuando me comunico con Turner Funds o recibo un llamado de Delaware Funds, pienso en él de inmediato", afirma Patrick Ryan.
El mes pasado, Duffy viajó con dos colegas a Ohio para convencer a un banco de Ohio a que contratara los servicios de la firma para levantar capital. Uno de los banqueros de inversión con él era Joseph Berry Jr., el hijo del ex copresidente ejecutivo de KBW.
Berry, de 37 años, dice que el 11 de Septiembre no es parte del día a día de la empresa. La hija de una víctima del 11 de septiembre de otra empresa financiera se incorporó recientemente a KBW sin que el tema surgiera siquiera en las entrevistas. "Hay un lugar y un momento adecuados para recordar", dice Berry.
El domingo próximo, Berry será uno de los que leerán los nombres de las víctimas en la ceremonia para recordar los 10 años del atentado. Más tarde, y de manera más discreta, el personal de KBW volverá a leer los nombres de sus 67 colegas en un lugar tranquilo del zoológico del Central Park en Nueva York.
El zoológico era una obra de caridad favorita del cofundador de la empresa, Harry Keefe. Les pareció conveniente, dicen los ejecutivos, recordar a los amigos y familiares en un entorno más sereno que sombrío. Duffy afirma que la conmemoración continuará siempre que sus colegas y sus familias lo deseen.

Fuente: Wall Street Journal

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